Hola, os quería contar lo importante que ha sido Concaes en mis dos vidas, una de preso y la de voluntario.
Estaba privado de libertad, preso, la peor experiencia que he tenido, y por supuesto yo era inocente, me confundieron con uno que la estaba liando jajaja, pero en fin, ese es otro tema. Estando allí, todo comenzó un domingo, uno de esos domingos en los que me levantaba temprano y estaban reclutando gente para oír misa, pero yo a la única misa a la que acudía era a la de mis asuntos, todo lo demás me parecía mmm… bueno ni me parecía, no quería saber nada con Dios ni con sus seguidores. Pero este domingo, en el que comenzó mi trato con Concaes, fue una experiencia extraña, me encontraba en los alrededores de la Capilla, me había llamado el sargento primero, que hacía de guitarrista en la misa, por eso interrumpí mi rutina diaria, jugar a la Play Station con los demás compañeros de la legión, también inocentes y a los que habían confundido como a mí, y recuerdo que se me acerca una señora mayor, una voluntaria, y me invita a entrar en misa. Yo le dije que iba a pasar después, pero en ese momento me abordaron dos señoras más, otras dos voluntarias de Concaes, y fue inevitable mi participación en la misa de ese domingo. No me interesaba estar allí y sólo pensaba en cómo iría a la partida que tenía pendiente con los demás, así que intenté por todos los medios que las mismas señoras que me había invitado a la misa fueran quienes me echaran de allí, y lo único que se me ocurrió fue hacerles burlas y reírme de ellas. Al cabo de un rato me di cuenta de que no funcionaban con ninguna de ellas, cuantas más tonterías hacía más encima de mí las tenía, y cada vez más amables conmigo.
Tenía que pensar en otra estrategia y mientras tanto se me fue el tiempo y me comí la misa entera. Cuando regresé evidentemente, todos decían “aquí viene el beato jajajaja”, y me quedé pensando en estas señoras y si no tenían nada mejor que hacer que ir a vernos a la cárcel. Allí estábamos todos por diferentes motivos, y ellas venían a vernos, a estar con nosotros en las misas y a ayudar a quienes más las necesitasen, y por eso me despertó una cierta curiosidad, aunque mi única intención era que pasase el tiempo, terminar condena y marchar para casa. Resulta que pensé, ahí sí hay tiempo para pensar, que con no bajar los domingos no me iba más, pero estas simpáticas señoras tenían un aliado, el comandante, que es el Páter, que llevaba la capilla de la prisión, y nunca vi una persona tan insistente como él.
Había días que sólo bajábamos a desayunar y al terminar las tareas de limpieza subíamos a las celdas a jugar a darnos dosis diaria de Play Station, daba igual el juego, pero una vez que bajé a misa ya no me libré más del Páter, se te metía en la celda, se sentaba en la cama y te daba la lata, o de repente le daba el punto y te decía vamos a caminar por el patio, y claro no dejaba de ser un comandante, así que uno le tenía que obedecer.
Recuerdo un jueves que habían ido las voluntarias de Concaes, y apenas las vi me subí a mi celda. Estaba viendo la tele cuando oigo al Páter y me meto en la cama haciéndome el dormido, creyendo que al verme se iría, pero entró dando voces “¡Hombre!, ¡levántate que han venido a verte!”, le digo “Páter, si creo que tengo hasta fiebre, déjeme por favor, deles saludos de mi parte y las veo el domingo”, pues me dijo “¡Levántate o te levanto yo!, y ten un poco de respeto que se molestan en venir a veros”.
Total, que bajo a la capilla y las veo rezando, cuando me ven se les pone una cara angelical que ablanda hasta el más duro de los corazones, así que me quedé con ellas allí un momento, y comencé a sentir hacia ellas afecto y admiración, porque yo sería incapaz de visitar a ningún preso.
Bueno, para ir resumiendo mi punto de vista como interno, el estar privado de tu libertad y no tener a nadie que te vaya a visitar, no tener a nadie que ni siquiera te escriba una carta, da igual si es de amistad o para insultarte, o una simple multa, ahí dentro todo se intensifica, sin tener nada de nada, te sientes como el más desgraciado de todos, es más, yo era uno de esos que se escribía a sí mismo para recibir cartas jajaja, y de repente te encuentras con un grupo de personas que desinteresadamente te ofrecen cariño, apoyo, que se molestan en ir todos los domingos y jueves, sólo para verte, para saber qué tal estás, no te preguntan sobre tu condena ni nada de eso, no te juzgan y te hacen sentir querido. Te vuelves a sentir importante, ya ves las cosas de otra manera, porque si te pasa algo malo sabes que hay alguien que se preocupa por ti, sabes que si no te ven algún día de los que vayan van a preguntar, se van a preocupar, y todo ese afecto te hace cambiar tu comportamiento, ya no te encierras en ti mismo, te abres más con las personas, vas notando que algo dentro de ti cambia, lo único malo es que parece que cada día las misas duran más jajaja, pero bueno, al final le abres tu corazón a Jesús y dejas que obre en ti notando esa paz que se siente sólo cuando haces las paces con nuestro Creador. A todo esto, mientras escribía estas palabras me han dado la libertad jajajaja, ahora soy una persona “normal”, aún me queda un largo camino para ser un digno hijo de Dios porque soy de esos que rezan y pecan, así siempre voy empatado, y otra vez necesité ayuda, y otra vez estaban ahí estas voluntarias, ya fuera, para darme su apoyo, y aunque parezca mentira uno crea lazos que difícilmente se rompen tras dejar la prisión.
Ahora soy yo el voluntario en Concaes, y nunca pensé que me llegase a sentir tan bien ayudando a las familias de los presos, aunque sea sólo una vez al mes cuando repartimos los alimentos, me siento bien, me siento lleno de gozo por ayudar a alguien que no tiene, y ahora puedo experimentar la misma sensación que tuvieron aquellas señoras tan pesadas que me iban a visitar, es magnífico poder ayudar y ver que por un momento tú has colaborado para que sean felices, no tiene precio esa sensación, créeme.
Así que ahora todos los días que podemos cogemos el coche mi mujer y yo, ponemos rumbo Madrid con la esperanza de que ese día seamos capaces de poder ayudar, y que al finalizar el día cobremos nuestra recompensa, volver con el corazón lleno de gozo y tratar de ser un poco mejor persona cada día, porque al final lo único que nos llevaremos de aquí será lo vivido y si vives haciendo el bien y sin mirar a quién, seguramente Dios nos dé mucho más.
Podría seguir escribiendo muchísimas páginas más pero esto no es un testamento, ni tampoco pretendo que sea un libro, así que de momento me despido, muchas gracias por venir y un abrazo a todos.
Atte. Fabian Machado